los hombres, éstas los evitan para relaciones serias y sólo los utilizan para divertirse;
otras, terminan tan mal con sus novios que tardan bastante tiempo en volver a confiar en los hombres, y otras que, habiendo disfrutado de los mejores momentos de sus vidas con ellos, y que a pesar de haber sufrido con la ruptura, no han terminado enemistadas con ellos. Éstas, no han desarrollado un odio al hombre, ni un rechazo, sino una necesidad, ya no tanto a la persona como a la sensación del amor, de sentirse enamoradas, queridas, ilusionadas, completas, de nuevo infinitamente felices.
Como puede deducirse, éste último es mi caso…sí, soy ese tipo de chica que se enamoró pronto, poco antes de los 17 años. Fui ese tipo de niña, que siempre creyó en los cuentos de hadas, que soñaba con encontrar a su príncipe azul, que deseaba compartir con él su primer baile, en un gran salón de fiesta.
Y un día…creí encontrarlo, con esa dulce sonrisa sólo presente en el rostro de ilusión de los niños, ese brillo jocoso en los ojos, ese encanto caballeroso, esa ávida inteligencia, ese aire despreocupado, que no había visto en nadie más.
Compartimos muchísimo tiempo, quizás demasiado, éramos muy afines y nos complementábamos de una manera casi irreal. A lo mejor fuese esa complicidad, esa falta de secretos entre nosotros, esa transparencia, la que nos convirtió de amigos en pareja, y así mismo de nuevo en amigos, el mejor amigo que se pueda imaginar. ¿Murió el misterio tal vez?
Claro que lo pasé mal, claro que lloré durante días y que quise morir, que no concebía una vida sin tenerlo a mi lado, pero, su amistad llenó el vacío de la ruptura. Con el tiempo conseguí dejarlo de ver como antes, me volví hacia la realidad y me di cuenta de que el chiquillo gracioso, tierno e infantil, que conocí un verano, había cambiado, se había convertido en un hombre…Un hombre que ahora rechazaba la imagen que le devolvía el espejo, que siempre tuvo una idea sobre el hombre en el que se convertiría y que no casaba con él.
Yo adoraba a ese hombre con alma de niño, pero él se negaba a aceptarlo, necesitaba un cambio…Por otra parte, ya conocíamos todo el uno del otro, tanto como para saber como sería nuestra vida juntos, una prolongación de nuestra relación; yo no cambiaría nada y él tampoco, simplemente, nos haríamos mayores, iríamos madurando.
Además, el tampoco se veía capaz de quedarse con la primera persona a la que había amado. El niño que fue, había imaginado un futuro lleno de libertad, de viajes, de locuras que no me incluían, pues, jamás pensó encontrarme tan pronto por el camino.
Así, decidimos volver a ser amigos, una amistad consolidada en el amor que nos habíamos tenido, en los buenos momentos vividos, en esas largas conversaciones sobre nuestras vidas. Una amistad tan fuerte, que la gente tardó en entender y aprobar, y que incluso algunos hoy, se replantean…
Bueno, pues después de haber tenido una relación tan mágica, tan sana y feliz con mi primer amor, me di cuenta de que jamás sería tan feliz como compartiendo mi vida con otro. Me enamoré del amor por esa energía, esa energía que es capaz de suministrarte cada día; por esa sensación de estar conectado con alguien cuando pensáis el uno en el otro, y esa ilusión de verlo cada día, hablarle, sentir su contacto, demostrarle tu amor.
Ya llevo, no me importa decirlo, más de un año sola, y sí, me he divertido, he conocido a gente nueva, me he fijado en otros chicos, pero no me he vuelto a enamorar, y eso que dicen de “ahora que estas soltera vete de fiesta, disfruta, desmádrate…” , yo se que no necesito eso, no me interesan el resto de los hombres, sólo quiero al mío.
Quiero estar con una persona con la que compartir mis sueños y cumplirlos, alguien a quien contar mis experiencias, alguien con el que hacer un viaje al extranjero los dos solos, con el que me sobre el resto del mundo y a él también le sobre. Quiero un hombre que me diga que me ama cada día y me pida que le ame un poco más, que me necesite para sentirse completo, un hombre que se ría y ame mis defectos, como yo los suyos.
Camino por la calle y veo parejas felices a mi alrededor, y pienso en volver a pasear cogida de la cintura, volver a despedirme con un beso en el portal, sentirme pequeña y segura entre sus brazos…Ansío la sensación de estallar de felicidad, de contar los minutos para verlo, de recibir toques y mensajes al móvil, de sentirme identificada con todas las canciones de amor y emocionarme cuando me digan:
“ TE AMO ”
Salgo sola de tiendas y recuerdo ver cientos de cosas para él y ninguna para mí, comprar llena de ilusión al imaginar su cara de sorpresa. Y el día en el que le voy a dar el regalo me pongo histérica, se que he acertado, que lo conozco, pero la candidez de esa sonrisa de agradecimiento jamás deja de llenarme por dentro.
Cada fin de semana, mientras me arreglo, no puedo evitar el soñar despierta: ¿lo conoceré hoy?, ¿tropezaré con él en algún local y se cruzarán nuestras miradas?, ¿se acercará y me sacará a bailar? Me imagino el rostro de aquel con el que volveré a sentir la magia de ese primer beso, esos nervios antes de verlo y esa seguridad al estar a su lado, ese escalofrío cuando me roce y esa sensación de que tiempo y espacio se funden junto a él. Me miro al espejo y sonrío a ese chico imaginario, porque se que antes o después lo encontraré…
Y antes de salir por la puerta siempre el mismo pensamiento: “Deseo sentirme amada tanto como amo yo, desbordada por sus afectos. Que me llene con una sonrisa y me mate con una mirada. Necesito encontrarlo y, rebautizarlo como él”.
Y antes de salir por la puerta siempre el mismo pensamiento: “Deseo sentirme amada tanto como amo yo, desbordada por sus afectos. Que me llene con una sonrisa y me mate con una mirada. Necesito encontrarlo y, rebautizarlo como él”.
Victoria Jara Cano